miércoles, 16 de junio de 2021

El Justiciero

Subir las escaleras de aquel viejo, pero elegante edificio, cada mañana no dejaba de emocionarlo de alguna forma. El mármol mellado y gastado había sobrevivido dignamente durante casi una centuria. Sin embargo, los frescos que en su día decoraban las paredes y los techos de los salones ya no eran los mismos. Quedaba eso sí una lejana sensación del poder y la grandeza de quienes se alojaron allí antes de la guerra, pero las lujosas habitaciones y pasillos tuvieron que ceder ante la urgencia de las camillas. La alegre música de los bailes de los domingos fueron reemplazados por los gemidos de los pacientes y el trasegar de gentes afanadas. La alacena del sótano fue morge durante varios años y los jardines eran improvisados secaderos de ropa blanca que se mecía al viento.

Cuando finalmente se quedaron mudos los cañones solo fueron para dar paso a incendios y reyertas. El éxodo y el hambre cubrió la existencia de todos con un frio silencio, se podía ver en cada niño que mendigaba por la calle la sombra oscura que los reclamaba. Sus ojos se hacían cada vez más grandes y sus huesudas manos más temblorosas. Una carreta pasaba cada mañana recogiendo pequeños y medianos bultos que todos intentábamos no ver. Finalmente, los olvidamos porque vinieron tiempos mejores y nadie quiere recordar la pesadilla del pasado. Pero la historia está allí, anclada a la tierra como esas losas de mármol que han vuelto a brillar para recibir esta vez a un ejército con trajes oscuros y miradas serias, a policías, criminales e imputados, a testigos y familiares, de lunes a viernes de 9 de la mañana a 4 de la tarde.

A un costado de los jardines, se yergue impasible un caucho americano centenario que ha hecho suyo el lugar. En verano, nos regala una sombra fresca. Quizá por ello, o por que de su madera no se puede hacer leña, ha sobrevivido indembe hasta hoy. Me gusta imaginar que por allí caminaban de la mano la hermosa Rita y el Conde, con el eco del las olas de fondo y una luna esquiva que se esconde tras un girón de nube. Las grandes raíces nos sirven para sentarnos a comer el emparedado a medio día y a descansar entre turnos, fumar un cigarro y alejarnos un poco del barullo.

Hace casi cinco años que llegué trasladado como agente judicial, supuse que sería un progreso en mi carrera, un cambio. Pero henos aquí, paseando delincuentes que han reincidido una y otra vez, vemos como reos y familiares nos desafían con sus risas y amenazas veladas, eso en la primera planta por que las causas de la “gente importante” se dirimen en las salas superiores y se leen en las carpetas los otrora respetados nombres ilustres de nuestro querido país, aquí la mayoría se archivaran hasta prescribir mientras la tinta en sus hojas se vuelve casi imposible de leer.

Esta semana recibimos del alcalde un reconocimiento por nuestra labor “incansable” en la consecución de la justicia, la recepción se lleva a cabo el sábado en las mismas instalaciones del otrora gran hotel.

Llegado el día de la recepción me había quedado en un rincón desde donde observaba aquel danzar de copas, y conversación animada hasta que me sacó de mis cavilaciones mi jefe.

Deja esa cara larga me espetó, es nuestro deber que nos vean contentos y satisfechos con el trabajo que se hace aquí, “somos uno de los pilares de la nueva España” no somos perfectos pero con seguridad mucho mejor es lo que hay hoy día que hace veinte años! Y con paso decidido se integró al grupo del consejero de urbanismo y algunos empresarios.

Don Antonio como muchos lo llamaban estaba con la edad de jubilación cumplida, presenció de primera mano “los grandes cambios” de su generación; las guerras, el hambre pero también la recuperación económica el trabajo y por su puesto el amor, también los grandes avances tecnológicos que transformaron la vida de todos. No obstante cada día sin faltar se desviaba para pasar delante de la vieja casona donde residía Clarita y su mirada se dirigía hacia el ala sur donde se podía ver un balcón bellamente adornado con claveles de distintos colores, macetas de un azul brillante coronados con frondosas plantas, sonreía y seguía su camino sin detenerse. Muy atrás habían quedado las largas marchas en las que todos huían tratando de encontrar un refugio de la barbarie. Decidido a cumplir con su palabra cuidó de Clarita y de sí mismo, trabajó como ayudante en la cocina de una casa-comida que es como se les conocía entonces a las ventas populares, allí llegaban los trabajadores del puerto y comerciantes que necesitaban un alquiler económico y central. Los finos modales de la niña despertaron alguna suspicacia por parte del posadero en un principio pero su mujer le instó a darle cobijo a los dos hermanos intuyendo que les traería algún beneficio extra en el futuro, eso y la moneda de plata que se guardó rápidamente cuando el niño pidió cobijo. Una tarde el bullicio de la ciudad paró de repente y luego un murmullo de asombro se coló en la posada. Ya están las tropas de los revolucionarios aquí, estamos atrapados! Y el sitio de la ciudad lo ensombreció todo en medio del pánico y desconcierto inicial los niños ya habían encontrado por fortuna un refugio en la casa-comida. Por orden del posadero el pequeño Antonio se introdujo por un agujero en un lote baldío que era contiguo a las caballerizas, allí en un rincón reposaban dos años de estiercol y paja amontonados, alrededor una maleza alta que se asomaba por la verja que lo circundaba y en el centro como un oasis una huerta perfectamente cuidada. Escucha con cuidado le dijo el posadero mirándolo con unos ojos de fuego, este es nuestro secreto, ahora tú vendrás en la primera hora de la mañana y a la última de la tarde y sin que nadie te vea regarás la huerta y la cuidarás, no dejes nunca la entrada descubierta ni hagas ruido allí. Te va la vida en ello le dijo mientras tragó saliva. Entiendes? Asintió con la mirada y ambos se perdieron entre las sombras de la tarde. Dias después oyó unos ruidos desde la huerta y por una rendija pudo ver como aquel hombre robusto bajaba por una escalera mientras su mujer vigilaba la entrada de una de las caballerizas. Al poco rato volvía con unos sacos para luego cuidadosamente cubrir la entrada con paja y estiercol. Vivía por entonces allí un viejo gaditano de aspecto afable pero triste, el posadero lo trataba con gran respeto y muy frecuentemente recibía en su mesa personas de buen vestir que se despedían con gran deferencia, supo Antonio por una de las lavanderas que de joven era un prospero comerciante en Marruecos y que vivía en Melilla hasta que hace unos 25 años volvió a la península habiendo enterrado a toda su familia tras el sitio de la ciudad. Vivía allí desde hace unos 10 años de forma muy austera y recogida, salía de mañana y volvía pasado el medio día siempre cargando en su mano algún viejo libro, de habla pausada y serena no le escuchabas al menos que estuvieras bastante cerca y curiosamente ni cuando apoyaba el bastón en el suelo este producía ruido alguno. Don Ignacio Perez que era su nombre llamó al joven Antonio para que le sirviera una cerveza, el chico se la llevó y clavó los ojos en el libro que estaba sobre la mesa. Te gusta leer muchacho? Le dijo mirándolo fijamente. Sí Don Ignacio respondió y apunto estaba de marcharse cuando el viejo lo tomó del brazo firmemente. Te espero esta tarde en mi habitación luego de lo de la huerta y ven con tu hermana.

El crujido de la madera del pasillo debió de alertar a Don Ignacio por que cuando iba a tocar la puerta esta se abrió ante los niños. Seguid los dos les dijo con un tono bajo, dejar los zapatos allí mismo señalando una pequeña estantería que contenía dos pares de zapatos suyos muy lustrados dos bastones y un par de sombreros. Ya descalzos caminaron por una alfombra muy gruesa de esparto que se extendía por toda la habitación, al fondo contra la ventana una mesa larga y varias sillas que miraban al interior, era imposible ver las paredes que estaban cubiertas hasta arriba con estanterías llenas de libros perfectamente ordenados, en otras dos mesas más pequeñas se juntaban en carpetas papeles y algunos otros libros más. Los ojos de Clarita brillaron al recorrer la estancia, ese olor característico del papel la trasportó en un instante al despacho de su padre, su sonrisa iluminó el rostro de la niña mientras Don Ignacio la miraba asombrado por encima de sus pequeñas gafas. No hubiera querido pensar en sus propios hijos pero le fue imposible no hacerlo y cerrando los ojos contuvo sus lágrimas cuanto pudo. Toma pequeña y dándole un libro con los cuentos de Andersen papel y lápices de colores movió de una de las mesas su contenido, la niña se sentó sobre un cojín que puso el viejo en la silla mientras intentaba no salir del sueño en el que se creía estaba. Antonio muchacho he seleccionado para ti un libro que te ayudará con la huerta, no obstante aquí en este salón tendrás mucho para leer.















POEMA A MALAGA 1990





Málaga Perla del Mediterráneo

de calles empedradas y blancas paredes,

risas y danzas en tus plazas,

mil jilgueros en tus balcones anidaban.



En tus parques imponente tu arboleda,

apaciguas con tu sombra fresca

el tórrido calor del verano

y tus jardines, hay tus jardines!



Las olas vienen y van en tus playas

arrullando el sueño de tus hijos

acompañando a los que se aman.



Jazmines y naranjos perfumaban

aquél verano tus callejuelas y rincones,

hasta que un ave con la cruz gamada

trajo el fuego, la zozobra y el llanto.



Se llevó el viento,

tu perfume de mil flores,

y quiso ser él, el mismo que luego borrara

el hedor del azufre y los horrores.



Para los que vinieron y los que quedaron,

florecer los jazmines y naranjos quisieron.

Sus corazones por el miedo cerrados

reinó entonces la desconfianza y el recelo.



Pero hoy es el olvido el que tiñe

con nuevos colores tus avenidas y plazas,

tus campos, tus playas abarrotadas

hoy no duermes entre risas y risotadas?



Cubierto de polvo encerrada la historia en algún libro estará,

y nosotros, los últimos viejos, que nos vamos pronto,

sin poder olvidar aquello, vemos, sí, vemos!

¿pues no es ahora como antaño todo igual de bello?



¿Y si todo cambia sin espera?

Si hoy son todo risas y bailes y luces y fiestas,

¿qué mañana les espera?



Autor desconocido









En Cadiz. Verano del 1936 (Antonio nace en el año 1922)



Las tropas rebeldes se habían ido replegando en secreto desde hacía varios meses a la bahía de Cadiz, el destructor “Churruca” llevaba ya dos semanas fondeado en puerto, era el principio y el fin de un ciclo, los ciudadanos ahora eran vencedores o vencidos y la felicidad de muchos no tardaría en ser sepultada por la guerra, hoy la bahia estaba militarizada y durante esa semana varios navíos desembarcaron con las fuerzas rebeldes procedentes de marruecos Don alonso encontrándose entre los muros de las cuatro torres acusado por sedición y traición a la patria esperaba como tantos otros el final que anunciaban los disparos los viernes luego de la misa de la mañana, el sermón y las oraciones en que se exhortaba a la humanidad a reconocerse a todos como hermanos, al perdón y al amor fraterno resonában en la capilla de aquel fuerte donde otros sucesos similares habían tenido lugar en tiempos de la inquisición. Las palabras no llegaban a ninguna parte, nadie parecía oir al sacerdote que en un intento por convencerse a sí mismo cerraba los ojos y alzando la voz imploraba como si fuera él mismo el que fuera a ser sacrificado en nombre de su Dios y su justicia. lmpotente ante los hechos Don Alonso se refugiaba en los bellos recuerdos de su familia, al campo oloroso y florido de la primavera, a los labios de su mujer... de pronto se encontraba viviendo en su mente cómo corrió aquella mañana tras conocer que clarita imprudentemente se había montado en su yegua había quedado inconsiente durante unos minutos tras caerse mientras jugaba a las carreras con sus hermanos mayores. Ese día conoció el pánico y al verla tan quieta entre aquellas piedras temió lo peor, la recogió con cuidado y sujetandola entre los brazos con cuidado se dirigió a la casa ahogando su dolor con una calma surgió de quien finalmente acepta lo inevitable. mientras subía las escaleras un pequeño movimiento de la mano de la niña lo devolvió a la vida, y ahora, como entonces una llamarada de felicidad inundó su corazón. Todo era luz y tranquilidad en ese momento, sus ojos brillaron con intensidad y una sonrisa de gratitud se fijó en su rostro, así lo encontró su primo en la improvisada morgue a donde fue para cerciorarse de su triunfo, pero al verlo allí tendido tuvo que tocarlo para comprobar que estaba muerto, pues parecía que soñaba plácidamente, no era como otros cadáveres rígidos y ausentes, en cambio daba la impresión que se iba a levantar en cualquier momento con ese humor festivo que siempre le reprochó y envidió muy adentro. He ganado se decía! Y sin embargo su respiración se hacía cada vez más corta y rápida, tras unos segundos la visión de aquella sala se tornó cada vez mas oscura y cayó al suelo de un solo golpe, entró la guardia al momento y lo encontraron desmayado a los pies del difunto. Despertó sobresaltado por unos vapores que le dió el doctor y queriendo tomar sus armas de un salto, se precipitó al suelo en medio del asombro de los presentes. Incapaz de sostenerse en pie entre el médico y su ayudante lo subieron de nuevo a la cama. El doctor y su ayudante se miraron preocupados pero vieron en él claramente lo que la guerra hacía a muchos supervivientes, le inyectaron un calmante y a la salida recomendó que no lo dejaran ni un instante solo y que apartaran todas las armas y elementos cortopunzantes de la habitación.


Don Alonso, encontrándose en la cárcel de Cádiz acusado por sedición y traición a la patria, esperaba como tantos otros el final que anunciaban los disparos los viernes luego de la misa de la mañana. El sermón y las oraciones en que se exhortaba a la humanidad a reconocerse a todos como hermanos, al perdón y al amor fraterno resonaban en la capilla de aquel fuerte donde otros sucesos similares habían tenido lugar en tiempos de la Inquisición. Las palabras no llegaban a ninguna parte, nadie parecía oír al sacerdote que, en un intento por convencerse a sí mismo, cerraba los ojos y alzando la voz imploraba como si fuera él mismo el que fuera a ser sacrificado en nombre de su Dios y su justicia. Impotente ante los hechos, Don Alonso se refugiaba en los bellos recuerdos de su familia, al campo oloroso y florido de la primavera, a los labios de su mujer... De pronto, se encontraba viviendo en su mente cómo corrió aquella mañana tras conocer que Clarita, imprudentemente, se había montado en su yegua y había quedado inconsciente durante unos minutos tras caerse mientras jugaba a las carreras con sus hermanos mayores. Ese día conoció el pánico y, al verla tan quieta entre aquellas piedras, temió lo peor. La recogió con cuidado y sujetándola entre los brazos, se dirigió a la casa ahogando su dolor con una calma que surgió de quien finalmente acepta lo inevitable. Mientras subía las escaleras, un pequeño movimiento de la mano de la niña lo devolvió a la vida, y ahora, como entonces, una llamarada de felicidad inundó su corazón. Todo era luz y tranquilidad en ese momento, sus ojos brillaron con intensidad y una sonrisa de gratitud se fijó en su rostro. Así lo encontró su primo en la improvisada morgue a donde fue para cerciorarse de su triunfo, pero al verlo allí tendido, tuvo que tocarlo para comprobar que estaba muerto, pues parecía que soñaba plácidamente. No era como otros cadáveres rígidos y ausentes, en cambio, daba la impresión que se iba a levantar en cualquier momento con ese humor festivo que siempre le reprochó y envidió muy adentro. "¡He ganado!" se decía. Y sin embargo, su respiración se hacía cada vez más corta y rápida. Tras unos segundos, la visión de aquella sala se tornó cada vez más oscura y cayó al suelo de un solo golpe. Entró la guardia al momento y lo encontraron desmayado a los pies del difunto. Despertó sobresaltado por unos vapores que le dio el doctor y, queriendo tomar sus armas de un salto, se precipitó al suelo en medio del asombro de los presentes. Incapaz de sostenerse en pie, entre el médico y su ayudante lo subieron de nuevo a la cama. El doctor y su ayudante se miraron preocupados, pero vieron en él claramente lo que


Don Alonso, encontrándose en la cárcel de Cádiz acusado por sedición y traición a la patria, esperaba como tantos otros el final que anunciaban los disparos los viernes luego de la misa de la mañana. El sermón y las oraciones en que se exhortaba a la humanidad a reconocerse a todos como hermanos, al perdón y al amor fraterno resonaban en la capilla de aquel fuerte donde otros sucesos similares habían tenido lugar en tiempos de la Inquisición. Las palabras no llegaban a ninguna parte, nadie parecía oír al sacerdote que, en un intento por convencerse a sí mismo, cerraba los ojos y alzando la voz imploraba como si fuera él mismo el que fuera a ser sacrificado en nombre de su Dios y su justicia. Impotente ante los hechos, Don Alonso se refugiaba en los bellos recuerdos de su familia, al campo oloroso y florido de la primavera, a los labios de su mujer... De pronto, se encontraba viviendo en su mente cómo corrió aquella mañana tras conocer que Clarita, imprudentemente, se había montado en su yegua y había quedado inconsciente durante unos minutos tras caerse mientras jugaba a las carreras con sus hermanos mayores. Ese día conoció el pánico y, al verla tan quieta entre aquellas piedras, temió lo peor. La recogió con cuidado y sujetándola entre los brazos, se dirigió a la casa ahogando su dolor con una calma que surgió de quien finalmente acepta lo inevitable. Mientras subía las escaleras, un pequeño movimiento de la mano de la niña lo devolvió a la vida, y ahora, como entonces, una llamarada de felicidad inundó su corazón. Todo era luz y tranquilidad en ese momento, sus ojos brillaron con intensidad y una sonrisa de gratitud se fijó en su rostro. Así lo encontró su primo en la improvisada morgue a donde fue para cerciorarse de su triunfo, pero al verlo allí tendido, tuvo que tocarlo para comprobar que estaba muerto, pues parecía que soñaba plácidamente. No era como otros cadáveres rígidos y ausentes, en cambio, daba la impresión que se iba a levantar en cualquier momento con ese humor festivo que siempre le reprochó y envidió muy adentro. "¡He ganado!" se decía. Y sin embargo, su respiración se hacía cada vez más corta y rápida. Tras unos segundos, la visión de aquella sala se tornó cada vez más oscura y cayó al suelo de un solo golpe. Entró la guardia al momento y lo encontraron desmayado a los pies del difunto. Despertó sobresaltado por unos vapores que le dio el doctor y, queriendo tomar sus armas de un salto, se precipitó al suelo en medio del asombro de los presentes. Incapaz de sostenerse en pie, entre el médico y su ayudante lo subieron de nuevo a la cama. El doctor y su ayudante se miraron preocupados, pero vieron en él claramente lo que






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sábado, 5 de junio de 2021

La Sala

Escena en el juzgado


Mirándose al espejo compobó que estaba vestida para la ocación, un traje sobrio y zapatos de medio tacón oscuros, ropa cómoda para soportar las horas que hicieran falta en la sala, la rutina diaria se había vuelto impresindible para continuar con su vida sin aparentes altibajos, cuando cerró la puerta tras de sí se vió a sí misma abriéndola 8 horas más tarde, subiendo las escaleras, colocando toda su ropa en la bolsa para la lavandería, llenando la bañera con agua caliente y tomándose una gran copa de vino tinto; miércoles, viernes y sábado yoga en el gimnasio y todos los días una caminata con la perrita de una hora antes de dormir por la playa, la agenda de trabajo se llevaba con extremo cuidado, para ello dedicaba la primera hora de la mañana y al menos la última de la tarde, nada quedaba a las sorpresas y sostenía que la improvisación era la mayor causa de desaciertos en la vida, por eso su equipo de trabajo funcionaban como un reloj y eran la eficiencia misma, este modo de vida que adoptó en su juventud y que por supuesto contribuyó a que se graduara con honores de la universidad la había alejado paulatinamente de sus amigos y familiares, cuando desidió casarse y formar una familia parece que sobreestimó su capacidad de adaptación y que el día solo tiene 24 horas, les llevó un año y medio a la pareja darse cuenta que prioridades eran fundamentales y sin mucho ruido cada uno tomó su propio camino, el pragmatismo y la objetividad eran junto con el esepticismo los rectores necesarios con los que una persona que tiene en sus manos la libertad o la condena de otro ser humano debe vivir, los sentimentalismos, las emosiones tanto las que se despiertan hacia los demás como las propias deben estar bien atados, el que sepa crear un espacio en la mente y colocarlo todo allí, donde el pasado, presente, y futuro hablen entre sí pero que no salgan a menos que se les invite. - “Y yo personalmente no lo recomiendo” decía el profesor en clase de Derecho Natural. Errare humanum est nos recordaba En el banquillo del acusado nos sentamos todos como sociedad pero una vez que salimos de la sala sólo somos un hombre o una mujer que trata de vivir su vida lo mejor que puede.


20. Oliver Wendell Holmes, JR (1841-1935)
Best judge in the history

Abogado y juez del Tribunal Supremo de EEUU, luchó contra la rigidez del Derecho para postular su adaptación al contexto social. Una de sus frases más célebres fue: “La vida del Derecho no ha sido la lógica, sino la experiencia” (“The Path of the Law”, 1897). Era conocido como “El Gran Disidente” ya que prodigaba votos particulares en el Tribunal Supremo para defender sus convicciones.

14. Rudolf von Ihering (1818-1892)sociologist of law better world

Catedrático de Derecho Romano de la Universidad de Viena es considerado padre de la Sociología jurídica. Afirmaría que “El Derecho que no lucha contra la injusticia, se niega a sí mismo” (Der Kampf ums Recht , 1872-o “La lucha por el Derecho”).

21. Giussepe Chiovenda (1872-1937)Mejor procesalista

Catedrático de Derecho Procesal de la Universidad de Roma es uno de los padres de las garantías procesales, que dotó de fuerza y autonomía las piezas del proceso (jurisdicción, acción, procedimiento); no en vano le llamaban “El gran

El Justiciero

Subir las escaleras de aquel viejo, pero elegante edificio, cada mañana no dejaba de emocionarlo de alguna forma. El mármol mellado y gastad...